La inteligencia vincular (más allá del yo)



“El yo [...] es una Torre, desde la cual la conciencia centralizada domina su mundo.”
Eugenio Carutti

El paradigma moderno supone al individuo como entidad separada. “Yo” soy separado de “ti”, de los demás, de los animales, de las plantas, del planeta, del universo. Este “yo”, llamado “autoconcepto” en terapia Gestalt, “ego” en psicología transpersonal, “narcisismo” en psicoanálisis, es el núcleo de mi identidad, el centro alrededor del cual “yo” organizo toda la historia que “yo” me cuento.

El concepto de individuo supone al dualismo sujeto-objeto. “Yo” soy sujeto frente a un mundo que es objeto. De ahí que mi relación contigo, con el otro, con un animal, con el planeta, es instrumental, utilitarista. “Tú” eres el objeto que puedo manipular para mi interés propio. “Tú” eres el objeto que puedo usar para satisfacer mis deseos propios. “Tú” eres el objeto que puedo controlar, dominar, conocer, disecar. “Tú” eres un objeto que puedo influenciar para venderte mis productos.

Dentro del paradigma moderno, destaca el humanismo como intento de salvar al ser humano de esta objetivación. “Tú” que no eres como el resto del planeta sino un ser humano, no eres un objeto sino un sujeto. De ahí que tenemos derechos y deberes el uno hacia el otro, y que la moral humanista me obliga a comportarme contigo como me gustaría que te comportarás conmigo, o  a no hacerte a ti lo que no me gustaría que me hacieras a mi. “Tú” como “yo” somos sujetos... y somos individuos separados el uno del otro (y del resto del planeta).

Toda la modernidad concibe al ser humano como individuo separado del otro (objeto o sujeto) y del resto del planeta. La filosofía moderna (Descartes, Kant, idealismo), la política moderna (de izquierda o de derecha, capitalista o comunista), la ciencia moderna (leyes mecánicas químico-físicas) y la religión moderna (criatura separada de su creador) suponen esta separación. De ahí que la ciencia, la política y la religión modernas ponen el saber, el poder y lo divino fuera de nosotros.

Este “yo”, que me creo que soy, es una construcción de la mente dual, mecánica o tecnológica. “Yo” está lleno de mecanismos, condicionamientos, programas, creencias, patrones al servicio de la supervivencia. Vivir desde el “yo” es sobrevivir, sólo sobrevivir. “Yo” es un conjunto de estrategias: hacer, producir, controlar, manipular, cambiar, conocer, dominar (como lo describe, por ejemplo, la psicología de los eneatipos del eneagrama).

En el paradigma holista, el todo precede las partes. Las raíces, el tronco, las ramas y las hojas de un árbol están implicados o contenidos en el árbol. El árbol no está construido modernamente como un coche ni como la criatura del doctor Frankestein, dónde las partes preceden al todo. Los brazos, las piernas, el corazón, los huesos, el hídago, la cabeza, están ya en el feto de un ser humano, que se va desplegándose y creciendo. Los seres humanos, los animales, las plantas, están ya en el planeta Tierra. Los planetas, las estrellas están ya en el universo.

Es decir que nada está separado. Todo está ya interrelacionado, conectado, y se va desplegándose a su ritmo. El ser humano también es parte del todo. Lo que implica que los vínculos ya existen. La relación precede a los términos. La pareja precede a los amantes, el grupo precede a los participantes. Lo esencial es lo vincular.

Así “yo” no puedo entrar en relación contigo, ni construirla, ni forzarla, ni destruirla. “Yo” me descubro ya en relación contigo. “Yo” me descubro ya en situación. “Yo” no estoy un individuo separado, yo soy una parte del todo y el todo está en mi. ¿Yo soy? o ¿Hay? No es que yo sea, sino que hay. Hay un-yo-y-mis circunstancias, un-ser-humano-en-situación, un-organismo-en-su-ambiente, un-ser-humano-en-un-planeta-Tierra-en-un-universo. No hay separación, ni tampoco conjunción o construcción a posteriori. Hay un todo con partes diferenciadas e implicadas en este todo que se despliega. No hay sujetos y objetos, sino información que fluye en redes a través de canales como por ejemplo los seres humanos.

El vínculo es el misterio a explorar. La inteligencia vincular está más allá de la inteligencia tecnológica del “yo”. Al estar en relación contigo, no se trata pues de construir algo contigo, de conocerte, de mostrarme y buscar tu reconocimiento. No se trata de controlarte o dejarme controlarme por ti. No se trata de confirmar mi identidad o confirmar la tuya. Lo que está en juego, es el vínculo: investigarnos juntos a través la relación, descubrirnos y aprender juntos, desidentificarnos, desconocernos, desorganizarnos, aceptar no saber, para realmente estar en contacto, encontrarnos, “tocar” el vínculo concreto que nos precede y nos vincula, y dejarnos transformar aunque esto conlleve dolor para nuestro “yo”.

Encontrarnos supone tener una infinita paciencia para aceptar que “yo” como “tú” vamos una y otra vez reaccionar, usar nuestras estrategias, intentar dominarnos y controlarnos. Tocarnos realmente supone tener una infinita paciencia para soltar las formas fijas que tenemos de encasillarnos y formalizar nuestra relación. Estar realmente en contacto supone una infinita paciencia para estar atentos y permitirnos tomar conciencia de nuestros patrones, programas, creencias o condicionamientos y que se dén nuevas maneras de relacionarnos.

Es necesario una infinita paciencia porque todavía no sabemos encontrarnos. Dónde hay esta infinita paciencia, puede que haya... amor.

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