Imperativos



Como se suele reconocer, por afirmarlo de manera realista o por negarlo de manera idealista, el ser humano es egoísta. Que se lo legitime (el ser humano siendo un animal egoísta que busca sus propios intereses) o que se lo denuncie (el ser humano tiene que cultivar valores altruistas) se sigue pensando en términos duales, según la lógica sujeto-objeto, dirigiéndose al yo.

El yo tiene pues dos opciones. O se entrega a su egoísmo o se trabaja a sí mismo para desarrollar su altruismo. En los dos casos, el yo no se libera de su egocentrismo.

La moral idealista impone al yo desarrollar valores. El yo tiene que ser compasivo, amable, respetuoso, etc. Cualquier moral es una imposición de valores extrínsecas al yo. El yo tiene que obedecer. Obedecer a una autoridad externa o a su propia autoridad cuando ha introyectado los valores, imponiéndose su propia autoridad. Valores extrínsecas, mandatos, normas, introyectos.

Que la moral sea cristiana, hedonista, neoliberal, religiosa o científica, el yo tiene que conseguir esos valores. Se trata de imposición, de voluntad, de esfuerzo, de trabajo. El tener que implica esforzarse, usar su voluntad, trabajarse, imponerse. El yo no se deja en paz. 

¿Y cuáles serán sus motivaciones (egoícas) para querer conseguir cultivar tal o tal valor? Detrás de la moral, sigue estando el yo. Por eso, ser altruista es ser egoísta. Un polo lleva al otro. La moral actúa engañando al yo. Siempre se trata de recompensas o castigos. En vista de tal o tal recompensa, el yo quiere -egoístamente- ser altruista. Conseguir una cosa, evitar otra cosa.

Y la lista de recompensas es larga: desde valores tradicionales (amor, compasión, generosidad) a valores modernas (felicidad, éxito, realización). El yo emplea su voluntad para estar a la altura, para ser menos egoísta de manera... egoísta. Altruismo o egoísmo, es lo mismo.

Hoy en día, es de moda buscar la felicidad, la autorealización, el éxito. Un conjunto de imperativos cargan al yo (que acaba por ser su propio verdugo): “¡Sé feliz!” “¡Realízate!” “¡Tenga éxito!” “¡Consige tus objetivos!” “¡Relájate!” “¡Sé zen!” “¡Sal de tu zona de confort!” “¡Piensa positivo!” “¡Disfruta!” “¡Haz algo!” “¡Atrévete a cambiar!” “¡Toma las riendas de tu vida!” “¡Tira por adelante!” “¡Aprovecha!” “¡Empodérate!” “¡Desarróllate!”, etc.

El yo es un experto en imperativos.


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